Escuelas en modo SIMCE
A estudiantes de 4º, 6º básico y II medio les correspondió rendir una nueva medición de la prueba SIMCE. Más allá de los cambios que ha tenido este instrumento de parte de la Agencia de la Calidad, no ha dejado de ser una instancia en que unos meses previos a su aplicación, muchos docentes se ven ‘presionados’ y ‘forzados’ a modificar su planificación regular de manera que los estudiantes se concentren en ‘repasar’ los objetivos de aprendizaje que no se han alcanzado a desarrollar durante el año.
Vemos como esta presión genera estados de estrés y desinterés, afectando principalmente al aprendizaje en el aula. Los ensayos con facsímiles y largas horas de estudio, deben ser asimilados con tal que el establecimiento escolar obtenga buenos resultados y así se destaque en comparación con sus pares ubicados en la misma región y/o comuna.
Ahora bien, ¿vale la pena estresar a los estudiantes con este sistema de medición que por años ha sido cuestionado?, en que incluso, el día de la prueba los niños llegan con dolor de estómago y nerviosos porque les vienen recordando una y otra vez que habrá de irles bien para que sean los mejores del colegio. A la larga, el SIMCE – queramos o no – se transforma en un sistema de control y vigilancia permanente que utiliza los puntajes e indicadores para clasificar a las escuelas en base a un prestigio o desprestigio para que en el SAE los apoderados elijan dónde matricularán a sus hijos.
Por otro lado, existe un alto número de evidencias acerca de los efectos nocivos que provoca este Sistema de Evaluación en cuestiones como: reducir elementos del currículum, la prevalencia de procesos de enseñanza – aprendizaje con escasa innovación en el aula de clases, la supervisión de los colegios con resultados precarios en forma reiterativa y una suerte de castigo para las instituciones escolares con mayores índices de vulnerabilidad en los cuales estudiantes poseen un ritmo de aprendizaje distinto al de aquellos sectores donde hay una familia con mayor poder adquisitivo, cultural y educativo.
En el contexto de la rendición del SIMCE 2024, es importante que directivos y docentes no caigan en esta excesiva carga emocional en sus estudiantes; hagamos que pruebas estandarizadas como estas se conviertan en una instancia de evaluación formativa y no coercitiva donde el propósito de la educación sea el de formar para la vida y el bienestar integral de niños, niñas y adolescentes del país.
Dr. Carlos Guajardo Castillo
Académico Facultad de Educación
Universidad Central